Mientras estudiaban la bacteria marina, las investigaciones de la estación biológica de Roscoff (Bretagne) descubrieron una enzima que denominaron “porphynarasa”.
La porphyra es un alga marina que alberga una serie de bacterias marinas que liberan una enzima, la phorfynarasa, que permite absorver los carbohidratos de las asgas. Esta digiere o descompone las fuertes paredes de cada celula del alga, lo que permite a la bacteria alimentarse.
Aquí entra en juego el shusi. La alga marina que lo envuelve, juega un papel muy importante en la dieta de Japón. Los investigadores compararon el genoma de las comunidades de bacterias que vivian en los intestinos de 18 estadounidenses y de 13 japoneses. Los investigadores franceses encontraron que los genes que ayudan a crear Porphynarasa se encontraban en otro microorganismo que habitaba en los intestinos de los Japoneses.
"La flora intestinal de los japoneses contiene una enzima que degrada el alga Porphyra"
Los expertos hallaron que las bacterias de los intestinos de los japoneses que adquirieron los genes de los microorganismos marinos mostraban una mayor capacidad de supervivencia, ya que eran capaces de digerir más cantidades de la alga marina cruda que la que estaban comiendo sus huéspedes. Las bacterias intestinales presentes en los estadounidenses carecían de los mismos genes específicos, según explicaron los científicos.
Una transferencia de genes entre las bacterias marinas asociadas con algas Porphyra a las bacterias intestinales fue probablemente el origen de dicha adaptación.
Justin Sonnenburg , microbiólogo estadounidense, agrego que “Los viajes internacionales y el comercio están proporcionando un acceso inigualable a diferentes comidas y quizás a microorganismos distintos que albergan nuevos genes. Así que la próxima vez que dé un bocado a un alimento que no le sea familiar, piense en las bacterias que también estará ingiriendo, así como la posibilidad de que le proporcione a uno de sus diez billones de amigos cercanos un nuevo conjunto de utensilios digestivos”
Una transferencia de genes entre las bacterias marinas asociadas con algas Porphyra a las bacterias intestinales fue probablemente el origen de dicha adaptación.
Justin Sonnenburg , microbiólogo estadounidense, agrego que “Los viajes internacionales y el comercio están proporcionando un acceso inigualable a diferentes comidas y quizás a microorganismos distintos que albergan nuevos genes. Así que la próxima vez que dé un bocado a un alimento que no le sea familiar, piense en las bacterias que también estará ingiriendo, así como la posibilidad de que le proporcione a uno de sus diez billones de amigos cercanos un nuevo conjunto de utensilios digestivos”
Fuente: sciencie&vie